sábado, 11 de febrero de 2012

VIAJE A ITACA. ELEGÍA

Viaje al después.
 
 
Cuando emprendas el viaje a Itaca
pide que el camino sea largo
lleno de aventuras, lleno de experiencias...

Los viajes imaginarios son los mejores.
Puedes controlar el tiempo como si fueses un científico salido de una novela de Julio Verne. También eliges a tus compañeros de viaje, las maletas no te pesan y si se pierden los responsables se encargan de todo. Llegas a tu destino o te pierdes por el camino según decidas en el guión.

Lo vives todo intensamente igual que en las películas que te gustan, amor, lujo, espías, aventuras exóticas, comidas picantes, habitaciones impolutas, el héroe o la heroína, personajes entrañables, intensos, y/o peligrosos, moralejas o enseñanzas (esto es muy importante en cualquier viaje) y por supuesto un final feliz, pero... no definitivo, siempre con continuidad hasta la próxima vez.

Estos viajes tampoco tienen fecha determinada. Puedes hacerlos tumbado en la sombra, con la brisa acariciándote la cara, en cálido día de verano a la hora de la siesta. También puede cogerte en octubre, una tarde de sábado lluviosa (cuando llovía), sentado mirando por la ventana del salón las "lágrimas bajo la lluvia" (que no es el título de un programa sobre cine de intereconomia).


La primavera, pero al principio, es época propicia para estos viajes. La vida comienza a nacer con su ciclo natural, los pájaros, las flores, los sonidos aletargados del invierno se despiertan, y los olores te embriagan. Todo esto te influye y te prepara para un viaje de mayor intensidad, más excitante, más visceral. Lo puedes hacer mientras lees una buena novela.
Por supuesto no se me puede olvidar, ese viaje a las playas paradisiacas que todo el mundo hace mentalmente cuando está cansado de tanto frío, nieve, cielos grises y vientos del norte.

Pero el mejor viaje de todos, es el viaje imaginario de nuestra propia vida.
Es esa vida paralela, sencilla o complicada, pero distinta.

Distinta a veces aunque solo sea por cambiar el café de la tarde por un té inglés con sevicio de plata y sandwiches de pepino. Diferente, pq tienes tu propio coche para ir al trabajo en vez de helarte desesperadamente en la parada del autobús, o pq cuando hablas la gente te escucha interesada, pq por fin te salieron las cuentas y ya puedes ahorrar, pq ya no vas a sentir más dolor, pq hoy inauguran las conducciones de agua y por fin todos podréis beber.
Esa vida donde nadie te maltrata, y nadie pasa hambre, donde la soledad es elegida, y los animales no están en peligro de extinción.

Y esa vida paralela es única, pq nadie se muere, puedes estar con todos tus seres queridos, reírte, llorar, conversar frente al espejo, y revivir todo lo que te hace feliz, incluso inventarte cosas nuevas.
No tiene límite, esa vida es infinita, pero infinita positiva . Es importante el signo, pq el menos infinito también existe, como en matemáticas.


Puedes hacer todos los viajes imaginarios que quieras a lo largo y ancho de tus vidas paralelas, y puedes tener cuantas de ellas quieras. Pero, y aquí viene la parada del viaje, no debes de olvidarte nunca de la vida real. Ese es el único viaje verdadero. Y ese es el principal lugar donde te tienes que quedar.

Seguramente es el más difícil, a veces el más doloroso, incluso insoportable, pero solo tienes una oportunidad de hacerlo y nunca, nunca sabes cuanto durará.
No puedo explicarlo mejor, pq entre mis limitaciones está el exceso de imaginación, y se me olvida constantemente esa recomendación que acabo de hacer. Pero en los momentos de lucidez y claridad mental, me paro y vivo.

El viaje de la vida, es un tema tan básico en la literatura, que cualquier texto desde una receta de cocina hasta un discurso político lo lleva intrínseco en sus frases. Libros de autoayuda, filosofía, religión, correspondencia de guerra, jeroglíficos, dibujos, cuadros, melodías, canciones, música, anuncios, objetos, paisajes... podría elegir cualquier cosa que se me ocurriese para ilustrar este viaje, pero he decidido hacerlo con dos poemas.

No me enseñaron esa pasión británica por la poesía, ni yo la sentí, así que nunca me he cultivado en ese arte. Me parecía que recitarla era un ejercicio memorístico que no me interesaba.
Además, no entendía como se podía leer poesía traducida, ya que la cadencia, el ritmo, la sonoridad, se perdía en cada palabra interpretada a otro idioma, y para entender su esencia debía conocer tantas lenguas como poemas existieran, algo no factible.
Para mí, los poemas en el siglo XXI, se han convertido en letras de canciones, que la gente canta en vez de recitar.


 
Sin embargo, considero que a veces no puedes expresar lo que sientes sin un poema, es imposible. La métrica, la repetición y sobre todo la búsqueda exhaustiva del vocabulario y a la vez el uso conciso de las palabras, unidos a la sonoridad de su recital que lleva implicita una percepción más profunda que las simples letras, hacen de una poesía el instrumento perfecto para describir momentos complejos.


Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes...




Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,